Por años nos han dicho que Venezuela es un país rico, colmado de petróleo, recursos naturales, grandes fuentes hidrográficas, minerales y metales. Hemos concientizado que estamos en el paraíso terrenal; y no entendemos como con tanta riqueza, estamos en esta situación tan lamentable, con una crisis que con el paso de los días se agudiza mucho más.
La respuesta es muy sencilla, en realidad la riqueza de Venezuela es igual a
cero, y no estoy exagerando; esa idea que por años se ha instalado en
nuestra conciencia colectiva, no es más que una ilusión, la verdadera riqueza
de Venezuela no está en sus recursos naturales, nuestra
riqueza está en las capacidades que desarrollemos para aprovechar
esos recursos.
De nada vale contar con un millar recursos, si estos no son aprovechados para consolidar y fortalecer nuestra economía, de manera que nuestro verdadero potencial no está en los pozos petroleros del Zulia, ni en la faja petrolífera del Orinoco y menos el arco minero.
De nada vale contar con un millar recursos, si estos no son aprovechados para consolidar y fortalecer nuestra economía, de manera que nuestro verdadero potencial no está en los pozos petroleros del Zulia, ni en la faja petrolífera del Orinoco y menos el arco minero.
La verdadera
riqueza venezolana yace en su gente, en las capacidades e intenciones que
tengamos para trabajar y sacar a Venezuela adelante. Es por ello que me
preocupa la formación de las generaciones de relevo, este régimen nos ha empobrecido en forma material y también generacional. Es lamentable, caminar por las calles de Caracas, y ver niños buscando en la basura algunas sobras
libres de gusanos para poder comer y calmar el hambre que los está matando.
Esos
niños y jóvenes están condenados, por decisión de un régimen criminal, a vivir
en la pobreza, olvidados por gobernantes que prefieren fingir demencia e ignorar
el problema económico y así invisibilizar a estas personas. El futuro no los
han robado, hoy vemos jóvenes en las calles condenados a vivir en la pobreza
gracias al socialismo del siglo XXI, jóvenes obligados a dejar los estudios para,
en el mejor de los casos, conseguir un trabajo con un salario miserable por debajo del mínimo, para poder
sobrevivir en una economía hiperinflacionaria, que según el régimen es producto
de la opinión pública y una guerra imaginaria.
Aquellos Jóvenes que logran la hazaña de graduarse y obtienen un título para luego irse del país y ofrecer sus talentos y capacidades productivas en el extranjero y así garantizarse un destino mejor alejados de su gente, de sus familiares y amigos.
Aquellos Jóvenes que logran la hazaña de graduarse y obtienen un título para luego irse del país y ofrecer sus talentos y capacidades productivas en el extranjero y así garantizarse un destino mejor alejados de su gente, de sus familiares y amigos.
En cualquiera
de los casos en los que estén nuestros jóvenes, lo que sí es seguro es que este
socialismo perverso, este “legado” producto de la distorsión y el secuestro al
que fue sometido el Estado gracias a Chávez, está destruyendo el futuro.
Aunque
vivamos en el paraíso, seguiremos siendo pobres. Nuestra sociedad está sometida,
por la necesidad y el hambre; somos vulnerables y eso lo sabe el cuerpo de
inteligencia del régimen, que manipula y somete sin vergüenza a las personas
con misiones y bonos, que terminan siendo migajas para sobrevivir en un
modelo perverso.
Solo
alcanzaremos explotar nuestra verdadera riqueza, en el momento que logremos
vencer la mediocridad que promueve el régimen, por lo cual cambiar el modelo es
indispensable. Venezuela necesita un Estado que incentive el trabajo en la sociedad y la educación en
los jóvenes, que ofrezca oportunidades para el desarrollo de las capacidades productivas y premie el logro.
>> LA MISMA HISTORIA CON UN FINAL INFELIZ

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